Pasan las generaciones y la motivación hacia el aprendizaje sigue decayendo. Podemos comprobar como tras la escolaridad obligatoria un alto porcentaje abandona los estudios a cambio de trabajos mal pagados que les permiten tener el nivel adquisitivo que en ese preciso instante desean disfrutar.
Tanto el profesorado como las familias buscan explicaciones en todas las acciones y respuestas del propio alumno/a.
Y a veces se nos olvida que al igual que han cambiado los estilos de vida, han variado nuestras motivaciones y aspiraciones. Y en este cambio han jugado un papel importantísimo dos hechos:
1. La subida del coste de vida diario, que obliga en la mayoría de los casos a ambos cabezas de familia (madre y padre) a trabajar un alto número de horas.
2. La aparición y auge de las nuevas tecnologías (Bien sean los ordenadores, videojuegos, internet,…etc)
La primera razón nos ha llevado lentamente, casi sin darnos cuenta, a perder el ambiente familiar, ese en el que la conversación nunca faltaba, en la que los más pequeños aprendían valores y comprendían que todo lo que sus progenitores le ofrecían era fruto de un gran esfuerzo, y que si nosotros nos esforzábamos tendríamos como recompensa algo que deseábamos; que en la mayoría de los casos era alguna gominola o ir a ver con ellos alguna película. Pero ¿Qué cosas son las que les mueven ahora?
Y la segunda razón, respaldada por la primera, les ha ayudado a definir la nueva generación como individualista, reivindicativa y sin motivación ni aspiraciones definidas.
Y la verdad, es que en parte entiendo a esta nueva generación.
¿Cómo actuaríamos si lo que deseamos lo conseguimos sin esfuerzo? Muy fácil, no tendríamos el espíritu que nos mueve a mejorar, y nos dejaríamos llevar por las aspiraciones espontáneas y a corto plazo, como lo puede ser jugar al videojuego en lugar de hacer las tareas que tenemos pendientes para casa.
Es cierto, que nacemos con ciertas predisposiciones que nos harán tener una personalidad diferente al resto, pero juega un papel importante la educación de éstas para comprender la importancia del estudio, trabajo y esfuerzo, como medio para formarnos en valores. Valores que nos ayudarán a respetar a los demás y a entender el futuro como parte de nuestro presente.
Queda claro, pues, que para contrarrestar esta desmotivación que hoy muestran la mayoría de los niños/as y adolescentes, es importante enseñarles que todo requiere un esfuerzo, y que todo esfuerzo tiene varias recompensas.
La recompensa más importante es la de sentirse capaz de aprender, de recordar lo aprendido y de disfrutar aprendiendo.
Otra recompensa es disfrutar del tiempo libre que les ha quedado, valorando el tiempo en familia, las charlas y aprendiendo a escuchar las opiniones de los demás, mientras empiezan a formular las suyas propias.
Y educar en la motivación y esfuerzo, nos lleva a todos a cambiar parte de nuestra vida, ya que todos influenciamos a esta nueva generación. Debemos dedicarles más tiempo, escucharles más y enseñarle lo que está bien y mal, y sus por qués.
Una forma muy fructífera es ayudarles a aprender a través de medios y actividades que llamen su atención y les haga divertirse, de esta forma querrán repetir y seguir aprendiendo.
Hace unos días escuché, que quien tiene hijos/as ha elegido tenerlos por una ilusión, ilusión que no debe chocarse con ellos mismos. Y pienso que los maestros/as que los enseñamos, igualmente elegimos voluntariamente este oficio, para ajustarnos a los cambios y necesidades de ellos/as.
Porque todos aprendemos cada día, motivemos todos hacia el aprendizaje a los más pequeños.
Autora: Rosa Rodríguez (Pedagoga)