Autora: Rosa Rodríguez (Pedagoga)
Ayer recibí una carta por correo, manuscrita. ¡Si!, manuscrita.
Y no era ni de la hipoteca, ni del banco, ni del trabajo, ni de esas comerciales que a diario golpean nuestros buzones, sino de una de mis buenas amistades que quería compartir conmigo un momento de su vida. Varias personas me dijeron extrañadas: “¿Una carta? ¿Escrita a mano? ¡eso ya no se lleva!”. Y me puse a pensar en todo lo que perdemos al sumergirnos en la nueva era olvidando nuestras raíces, no tan lejanas y que tanto nos aportaban, esas en las que dedicábamos un largo rato a escribir a mano, mientras nuestros pensamientos y sentimientos recibían toda nuestra dedicación, en la que con sobre y sello buscábamos un buzón y la echábamos, quedando una larga espera para recibir respuesta. Hoy para comunicarnos, escribimos un sms en el móvil, acortando palabras para decir mucho con pocas letras, o escribimos un e-mail que con suerte puede ser respondido en el mismo día. Sin duda, importantes avances, que nos hacen la vida más sencilla, pero lo que también simplifica es la adquisición de valores que hoy igual que ayer, son imprescindibles.
Ya no proliferan los diarios entre los niños/as, ni las cartas que se escribían y se entregaban en mano o se mandaban por correo. Para contrarrestar apareció de la nada el mesenger, que permite comunicarse en tiempo real y dialogar sin descanso. Se relacionan con los demás, sin duda, pero a través de las máquinas, dedicándole cada día menos tiempo a la conversación oral y gestual, perdiendo habilidades generación tras generación. A través de estos nuevos medios, se comunica de forma explosiva, respondiendo a las preguntas y comentarios que llegan. Con las nuevas tecnologías no se trabajan las destrezas para expresar y escribir que son las herramientas básicas para acceder a los conocimientos.
Sería absurdo negar que las nuevas tecnologías han supuesto grandes avances en cuanto a comunicación y acceso a la información, pero no pueden ni deben suplir otras actividades que aunque a algunos les puedan parecer pasadas de moda, siguen aquí y nos benefician, como lo es la escritura manual y la lectura de libros, entre otras.
Mientras escribimos las cartas, nuestro pensamiento va organizando sus ideas a la vez que determina como expresarlas. Y con la lectura, además de ampliar vocabulario y nivel cultural, nos ponemos en el lugar de otros muchos personajes reales y ficticios, que nos ayudan a imaginar como fue o es la vida en otros lugares o circunstancias, así como a ir creando nuestro propio espíritu crítico.
Está comprobado, que quien dedica tiempo a la lectura, se engancha libro tras libro, e historia tras historia.
Y es que tan importante son las nuevas tecnologías como los medios de toda la vida, por ello, es bueno que le enseñemos a utilizar correctamente y en la medida justa los ordenadores, móviles,… y a la vez, fomentar con nuestro ejemplo (como hablábamos en el árticulo “El reflejo de la costumbre”) la lectura de cuentos, libros, periódicos, revistas, reportajes de internet,…