"¡Al que madruga Dios le ayuda!"
En los refraneros antiguos no aparece este refrán. Correas, en su Vocabulario, incluye el de “A quien madruga y veta, todo se le revela”.
El refrán que comentamos suele alargarse en esta fórmula dialogada:
– Al que madruga, Dios le ayuda. Uno que madrugó, un duro se encontró.
– Más madrugó el que lo perdió.
Pues bien: a propósito de esta réplica, existe un antecedente de la misma en los “Cuentos” de don Esteban de Garibay y Zamalloa (1533-1599). Dice así Garibay:
“Un padre reñía a su hijo porque no se levantaba de mañana, y dábale ejemplo que uno se había levantado de mañana y había hallado una bolsa con muchos dineros.
Respondió el hijo:
“Mas había madrugado el que los perdió”.
Juan de Mal Lara, en su “Philosophia vulgar” (obra de 1568. Centuria 2ª, número 22), cita el refrán “Más vale a quien Dios ayuda que al que mucho madruga” y añade:
“Dícese de los que van a ferias y se dan prisa a llegar antes que otros”
Bartolomé José Gallardo, en carta a su amigo don José de la Peña Aguayo (4 de septiembre 1831), le dice:
Madruga, Pascual,
que uno que madrugó
se encontró un costal.
Más madrugó
el que lo perdió.
(Del libro de A. Rodríguez Moñino: Don Bartolomé José Gallardo. Estudio bibliográfico. Madrid. 1995).
(Otro día veremos “No por mucho madrugar amanece más temprano”).
Fuente: El por qué de los dichos de José María Iribarren