Agarrarse a un clavo ardiendo
Utilizar cualquier recurso, por peligroso que sea, para evitar un daño mayor.
Se dice que los bárbaros solían celebrar unos juicios especiales para esclarecer asuntos de solución difícil, en los que la decisión definitiva la tomaba la mano de Dios.
Algunas modalidades eran las de METER LA MANO EN EL FUEGO o agarrarse a un clavo incandescente (en ocasiones era necesario hasta que el clavo le atravesase la mano). Si el interrogado no gritaba de dolor significaba que era inocente.
Fuente: El gran libro de los refranes (Editorial Libsa)