CULTURA TELEVISIVA, CULTURA VIRTUAL
Desde que nació la televisión ha ido haciéndose un hueco en nuestras vidas, en nuestro tiempo y en nuestros planes para los ratos libres que tenemos a diario.
Hasta tal punto forma parte de nuestro día a día, que la mayoría de las familias comen con la televisión de fondo, y casi siempre es la única que habla. Lo que, por un lado, ha fomentado una falta de comunicación importante, y por otro, que se obtengan los referentes de las imágenes que encontramos en los diferentes programas y películas.
Gracias a la televisión, es la imagen lo que prevalece en la escala de prioridades de los jóvenes. Y por la crueldad que a veces reporta, nos han venido lacras como la anorexia, la bulimia, …
Es cierto, que es necesario tener una buena alimentación y evitar la obesidad, pero de ahí a que todos tengamos que tener el mismo cuerpo y estilo, que la moda y la televisión vayan estableciendo, hay y debe haber mucha diferencia.
Por otra parte, la televisión, y la programación basura en la que el morbo y la falta de respeto es la base de parte de los programas , ha potenciado que la figura del “famoso de conveniencia” del “famoso sin formación” sea una meta que desean alcanzar. Y es que la audiencia de esos programas, en los que este tipo de famosos son los invitados, hace que proliferen.
Así en Gran Hermano, podemos ver que personas de a pie, sin hacer nada llegan a conseguir dinero y fama fácilmente. Siendo la imagen que muchos desean ser. Siendo metas utópicas y a la vez absurdas, porque eso no conlleva ser felices ni tener un futuro asegurado.
Encuestas que he realizado en varios centros recientemente, me han demostrado que más del 50% desean ser famosos. Eligiendo profesiones como: presentadores de televisión, toreros, pilotos de coche de carreras, cantantes, … en definitiva, ser como los personajes que los programas de los que hablábamos potencian.
No quiero desperdiciar la oportunidad de comentar el peligro que tienen algunos de estos programas, por la franja horaria que han escogido para su emisión, encontrando algunos en las horas del mediodía y tarde, e incluso en las horas de la cena.
Todo esto, se ha convertido en parte de nuestra cultura actual, aunque no se pueda considerar como cultura en muchas ocasiones.
No es fácil combatir este pedestal a la imagen, ya que entre los jóvenes se comenta, llegando más allá de la propia televisión.
Por ello, una vez más, la llave para abrir nuevas puertas que les conducirán a caminos mejores, es una comunicación familiar diaria y en la que el respeto sea la base indiscutible y única.
Una comunicación en la que el debate y el respeto a las opiniones de otros sea un principio para llegar a un pensamiento crítico ante la propia realidad y cultura. Entendiendo la comunicación como parte de nuestra cultura, de la cultura real y no televisiva ni virtual.
Autora: Rosa Rodríguez (Pedagoga)