El “cachete pedagógico” como lo han denominado algunos políticos, abogados y periodistas, ha suscitado una gran polémica en las aulas, familias y en la sociedad en general.
Es cierto, que todos tenemos derechos. Y que entre éstos, se encuentra el derecho a que respeten nuestro espacio, nuestra identidad y persona física. Hasta este punto, todos estamos totalmente de acuerdo, pero a partir de aquí existen grupos muy diversos que caminan hacia lados muy dispares y en ocasiones opuestos.
Si bien, mi trabajo me demuestra que los alumnos y alumnas a diario se encargan de decir una y otra vez si se sienten amenazados con un castigo (como hacer alguna tarea añadida para casa, acudir al despacho de dirección, no disfrutar de alguna actividad grupal, no acudir a una excursión,…), “no puedes castigarme”, sintiendo que tienen todos los derechos y olvidando cuales son sus obligaciones.
Y estamos ignorando que están disfrutando de un derecho que no todos los niños/as del mundo pueden disfrutar, que es el derecho a una educación de calidad. Estamos olvidando que el problema del fracaso escolar, que está en aumento, no está ligado a los métodos de enseñanza, ni mucho menos al funcionariado de los Centros Públicos, como algunos periodistas se han limitado a alimentar en sus columnas.
Con todo esto, no quiero decir, que esté a favor del “cachete pedagógico”, ni mucho menos; solo quiero hacer una llamada de atención acerca de la nueva legislación que está creándose al respecto, en la que ni los propios padres tienen derecho a dar un cachete a su hijo/a.
Hay que hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitar cualquier tipo de violencia, física o verbal, ocurra en el contexto que ocurra; aunque en los últimos meses por en el gremio docente se cree que los derechos de los niños/as no van acorde con sus obligaciones, ni con los valores que se le pretenden transmitir.
Se consideran excesivas las limitaciones a la hora de hacer frente a una falta de respeto del alumnado, a una desmotivación hacia el trabajo, a un constante desafío de los niños y niñas, que están aprendiendo que son más importantes que los adultos. Todo ello está empezando a tener consecuencias, entre ellas, que llegados a una edad desafían a los maestros/as, padres/madres, hermanos/as,… y toda persona que no le deje disfrutar de su derecho de hacer lo que le plazca, que en definitiva es el derecho que están ejerciendo.
Las familias deben continuar trabajando en conjunto con los docentes, para conseguir que los niños/as y adolescentes asuman los valores del respeto, cuidado, cariño, esfuerzo, sacrificio, que son la base de un buen desarrollo y que son necesarios para asegurar su éxito escolar y personal.
Finalizar añadiendo, que no dejemos que exista el cachete para los niños/as, pero tampoco para los docentes ni familias.
Autora: Rosa Rodríguez (Pedagoga)